Ella no tiene conciencia de su verdadero ser, sino más bien de la percepción que otros tienen de ella, especialmente su madre.
El «centro» al que ella se refiere es más bien un reflejo de lo que otros piensan de ella, no su verdadera esencia. A medida que crece y se desarrolla en el mundo, su ego se complica aún más debido a las diversas opiniones y expectativas de quienes la rodean.
Sin embargo, el reconocimiento de este ego no conduce automáticamente al descubrimiento del verdadero yo. Solo al reconocer lo falso como falso puede surgir la verdad dentro de uno mismo.
El ego, en este contexto, se convierte en un subproducto de la interacción social. La sociedad tiende a inculcar un ego que se ajuste a sus normas y expectativas, en lugar de fomentar la autoconciencia y el autoconocimiento.
La moralidad, en este sentido, se convierte en una herramienta para formar un ego que se adapte a las normas y expectativas sociales, más que en un verdadero desarrollo ético o espiritual.
Es importante comprender que un niño nace sin conciencia de sí mismo y que su primera experiencia está en el mundo exterior, interactuando con los demás y siendo influenciado por ellos, especialmente por la figura materna.
A través de las interacciones con los demás, especialmente con la madre, el niño comienza a formar una idea de sí mismo basada en cómo es percibido y tratado por los demás. Este proceso crea un «ego» que puede variar en su percepción, dependiendo de las interacciones y el entorno del niño.
El ego se convierte en una necesidad social, ya que la sociedad busca individuos que se ajusten a sus normas y expectativas. Esto significa que se enseña moralidad y comportamiento que se alineen con las normas sociales predominantes.
Sin embargo, este ego formado a través de las interacciones sociales no refleja necesariamente el verdadero ser de una persona. El verdadero centro de uno mismo es intrínseco y no está sujeto a la influencia externa.
Aunque la sociedad influye en la formación del ego de una persona, es importante reconocer que el verdadero yo trasciende estas influencias externas y radica en la autoconciencia y el autoconocimiento.
“Más allá de las fronteras de la mente” (Beyond the Frontier Of The Mind) de Osho